martes, 31 de julio de 2012


The Dark Knight Rises.
De la luz a las sombras y, finalmente, a la luz.



Después de The Dark Knight, la expectativa por lo que sería la última parte de la trilogía del llamado Batman “realista” se disparó. Y no era para menos. The Dark knight no sólo es el punto más alto del arco argumental escrito y dirigido por Christopher Nolan: vista de manera independiente, es una de las más grandes películas de la historia del cine; no solo por el magistral villano (un Joker capaz de decirle “why so serious?” a Hannibal Lecter) sino por la obra en su conjunto: producción impecable, actuaciones inmejorables,  de ésas que hacen que se olviden los nombres reales de los actores1, un guión que amarra y aprieta justo donde debe, y el tratamiento del Mal (recordar las palabras de Alfred cuando le explica las razones del Joker) como complemento del Bien; y de  la demencia como generadora de ambos (de nuevo el Joker, divertido y al punto del éxtasis,  diciéndole a Batman: “You complete… me” o sugiriendo que ambos podrían compartir una celda en Arkham).  

Esto no convierte a The dark knight rises en una mala película, todo lo contrario: es el perfecto broche de oro, la conclusión exacta  de la trilogía que deja al caballero oscuro en cuotas altísimas  (logro que vale por cinco, o más,  en un tiempo donde los héroes de DC simple y sencillamente no pueden con los de Marvel2) y a su director como uno de los  más grandes de su generación3



 Al igual que con su antecesora, The Dark Knight Rises comienza con un prólogo donde se nos presenta a Bane, el líder terrorista que se encargará de acabar con los años de paz en Gotham. Y uno puede imaginarse lo que se avecina, pues la sola  presencia del villano irradia violencia, impone: la máscara, el tono de voz, todo anuncia una brutalidad sin límites,  contenida para el momento indicado. 

Han  pasado ocho años después de la muerte de Harvey Dent, y la instauración de una ley  con su apellido  permitió controlar al crimen organizado  y establecer una época dorada en la ciudad. Ya nadie necesita a Batman.  Pero Jim Gordon vive su propio infierno, quiere decir la verdad acerca del ícono caído de Gotham y de su supuesto asesino. Y no puede, la población, decide, no está lista. Bruce Wayne vive encerrado en una de las alas de su mansión, deprimido y lisiado (ser un héroe sin súper poderes pasa una cruel factura); además, está muy cerca de la quiebra por apostar en un proyecto de energía limpia con alto riesgo, y que está por costarle los restos de su empresa.

Y en este tinglado de tramas, que no abruman porque Nolan sabe cómo llevarlas sobre un mismo hilo argumental, aparece una hábil ladrona para cuyo ingenio no hay caja fuerte que se le resista: Selina Kyle, la quinta encarnación de  Gatúbela (estaríamos bien con cuatro, si pudiéramos olvidar la de Halle Berry4), aunque una de las virtudes del guión es que nunca se le llama por ese nombre. Selina será, en buena medida, el denotante de los hechos, y quien lleve a Batman hacia su  mortal enfrentamiento con Bane.



La incoporación de Anne Hathaway al elenco en el papel de Gatúbela generó críticas desde muy al principio.  A muy pocos fans de la trilogía y del personaje no les pareció que  una actriz salida de las filas de la casa Disney  fuera la predecesora de Michelle Pfeiffer.  La mayoría de esas críticas se concentraron en su papel “ligero” en  El diablo viste a la moda, ignorando actuaciones de mayor calibre, como en  La boda de Raquel o Brokeback Mountain.  Pero la actriz neoyorkina tapó bocas e hizo morder lenguas.  Tan sólo en los primeros minutos de aparecer, cuando con un simple movimiento facial cambia su gesto de tímida e inocente empleada por el de mujer fatal, hace pensar en que aquello va a ser distinto, y así es. La Gatúbela de Hathaway  se despega de la Pfeiffer desde el primer momento,  y durante todo el filme  la calidad de la actriz barre con toda duda, adueñándose del personaje.






El resto de las actuaciones no decepciona, quizás es la más humana de Christian Bale  (con toda razón,  pues esta es la película de Bruce Wayne). Tom Hardy, irreconocible de su otra participación con Nolan en El origen, es creíble como ese villano que pone los nervios de punta.  Joseph Gordon Levitt es el punto de balance, el único personaje con la ideología limpia, creyente, tras el derrumbre moral de Jim Gordon. Quizás la única actuación dudosa sea la de Marion Cotillard, aunque esto puede deberse al perfil de su personaje (entrar en más detalles es caer en la polémica zona de los spoilers). Digno de mencionarse es el hecho de que Nolan evita de una manera elegante los momentos sobrados de violencia; ya los ha insinuado y no hay motivo  para mostrarlos de manera gráfica: una toma alejada y un movimiento brusco para imaginar el sonido de un cuello trozándose; otra cerrada en la que sólo vemos el resplandor tras el disparo de un arma de fuego.  Suficiente, y con esa misma elegancia, digamos  inglesa, los últimos minutos de la película están divididos magistralmente entre Alfred, Jim Gordon y John Blake.


Fuera planeada o no, la trilogía de Christopher Nolan nos presenta tres momentos clave del personaje: Batman begins es, efectivamente, el inicio, el hundimiento de Bruce Wayne en las sombras para surgir como Batman. The Dark Knight es la parte más oscura, donde Bruce Wayne está doblegado por Batman, casi no existe y cerca está de desaparecer y, claro, el principio de la decadencia. Dark Knigth Rises es el ascenso a la luz, Bruce Wayne tiene que resurgir como Batman por el bien de Gotham (hay más luz en Begins y Rises que en todo Dark Knight).


El ciclo está cerrado, y aunque Nolan deja el hilo al aire no habrá, al menos de su parte, una película más del  personaje (dudoso que el reparto de las tres participe en un hipotético cuarto capítulo). Y está bien. Desde el Batman de Tim Burton, pasaron 16 años  para que el mito del Caballero Oscuro tuviera una renovación digna. Ahora sólo esperemos que en los próximos años no aparezca un aprendiz de Joel Schumacher.   




1.       Aunque Michael Caine siempre será Miachel Caine, y Gary Oldman siempre será Gary Oldman

2.       Hay que ver sólo las cifras y la aceptación de personajes por separado (Ironman, Hulk, Thor, el capitán América) o todos juntos, en Avengers. Ni la triste Linterna Verde  ni la versión paternal de Superman  han podido con ellos.

3.       Más allá de ésta trilogía, en su haber el director británico tiene una  serie de películas espléndidas que se tienen que ver: Memento, Insomnia, El gran truco, El origen.

4.       Y si a olvidar vamos , podemos hacerlo también con George Clooney como Batman  y Val Kilmer como Batman y Alicia Silverstone como Batichica y  Jim Carrey como el Acertijo… Y sí, por favor, también  olvidémonos del  batiwist.




martes, 10 de julio de 2012



Hey, ustedes que están allá abajo,  vean mi pistolota
 (sólo eso porque mis huevos ni siquiera yo los alcanzo a ver). 


A primera vista la imagen podría ser el afiche de cualquier película de acción: héroe con playera blanca entallada, peinado a la moda y lentes oscuros, cortando cartucho, listo a disparar mientras la damisela, detrás de él, ríe.  ¿Está riendo? ¿Pero de qué se ríe, que no se trata de una cinta de acción con tiros y persecución y toda la parafernalia?  No, nada más alejado de la ficción y tan absurdamente cerca de nuestra realidad.

La imagen  corresponde a un joven priista de Xalapa, Veracruz, cuyo nombre ni siquiera vale la pena anotar, listo para apuntar con su arma (portada sin permiso) a un grupo de manifestantes  (anti - Peña Nieto)que marchaba por una de las avenidas principales de la ciudad. Si uno vuelve a mirar la imagen, sabiendo lo que ahora se sabe,  se vienen encima un raudal de preguntas: ¿está loco?,  ¿disparó?, ¿hay heridos?... ¿por qué la risa estúpida de la estúpida damisela, en dónde coños le encuentra lo divertido, la muy estúpida?

Lo realmente divertido debió ser la manera en que el joven  se fue a esconder al baño del restaurante (a lo mejor piensa  hacer carrera política), o quizá cuando lo sacaron por la fuerza y hasta los pantalones perdió en la trifulca. Claro, lo que no será divertido cuando, tras módica fianza, el junior  (¡oh detalle!) sea liberado. 

Esa imagen, como muchas otras, refleja la degradación de una sociedad donde da lo mismo ser  un petimetre al cual papi le permite usar un arma y amenazar a un grupo de personas (aquí no importa ni el partido ni el candidato ni el resultado de la elección) que no piensan como él o un sicario acatando órdenes. Pero he  aquí unas diferencias: el sayón obedece y no se escuda a metros de distancia para hacer su amenaza, y claro, tampoco amenaza,  ejecuta y sabe que en una de tantas puede terminar con una bala entre los ojos; el junior en cuestión no sólo está envalentonado por el arma, el alcohol  y la distancia entre él y los manifestantes, también sabe que por ser quién es saldrá bien librado de su numerito. 



Aquí la nota en el diario Sin embargo: