La radio como medio masivo de descalificación.
Pasa que muchas veces la música del carro cansa, o se
antoja buscar por las estaciones de radio
algo que suene distinto a lo que traemos. Eso me ocurrió, y en una tarde
de tráfico pesado comencé a buscar algo de jazz, pues, extrañamente, no cargo
mucho en el celular. Fue cuando me topé con el programa de radio de Esteban
Arce, en Imagen.
Recordaba a Arce por motivos separados en el tiempo: por el programa El calabozo y por la
polémica desatada cuando dejó a la vista su lado homofóbico al dispararse el debate del matrimonio entre personas del
mismo sexo. Antes de eso, este personaje jamás pasó por mi mente, hasta que
sintonicé la radio.
Hay que escuchar unos cuantos programas para darse
cuenta que Arce tiene una misión: descalificar absolutamente todo lo que a su reducido juicio vaya en
contra de la iglesia y de lo que él entiende como moral
católica. Y hay que decirlo: lo
hace bien, es un buen sayón que cabalga con la espada de “conmigo o en mi
contra” desenvainada.
Esteban Arce es un totalitario en ciernes. Un
aprendiz de fascista que se disfraza de comunicador fresco y hasta popular,
con chistes pésimos y los ya antes mencionados albures de cuarta. Toda la
derecha cabe en su mundo, en su programa, incluso, para taparle un ojo al gato,
se permite una crítica blanda de vez en
cuando, pero nada más.
Por el otro lado, todo lo que le huela a izquierda o
socialdemocracia es corrupto y corruptor, mal habido, destinado al fracaso. Lo
mismo le da criticar a legisladores del PRD, PT (los
cuales, hay que decirlo, le dan mucho material) que descalificar como una
porquería a un país entero como Canadá porque este le da asilo político a Napoléon Gómez Urrutia. Para él no importa la pantomima hecha por el
gobierno Federal en el caso de Florence Cazzes, él ya la estigmatizó: no hay
dos banquetas en la calle, no hay otra versión válida, ni posible defensa para
la mujer.
Pero dentro de todas estas linduras, hay dos palabras
que enervan al supuesto comunicador: comunista y homosexual. Tales son sus
fobias (netamente católicas de la mitad del siglo pasado) que una supuesta
homosexualidad de Barack Obama, así como su asociación a logias secretas como
los Iluminatti, son suficientes para decir que Mitt Romney habría sido un
mejor presidente para los Estados Unidos y una mejor opción para la comunidad
latina. Y claro que se empapa del tema,
Esteban Arce tiene todo un equipo como él, de ultraderecha, que se encarga de
refrendar sus palabras en cada programa.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgKGmwLdAhsW3YCl-Ow7flwAXJWDGW3XOkfM_3hFZQKTbEZnkMFbBr5q4uty63rSt1gpXdOY9KqT1SFUxYQoWvgTIb7vhIYvS-Ipf75ZWxe9DJS7mNwra-wfjy9UbmzrwQYpfVsfnlkbp7C/s1600/Falange_espa%C3%B1ola_Yugo_y_flechas.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoJ_twhDrW9zvLxUzG2rAa13tLbSX31iUWh2rJ5X6pcjRJgE-vnA_dy6ov3kISV-nWAfnyDr4JZUOw5-ScgakbFZ0nNodrqvCXYp6bbYUsvgxwSixDBKRtfJvVUR4tpZHaDObButL779Cc/s1600/inquisici%C3%B3n.jpg)
Es fácil imaginarse a Esteban Arce en otra vida, en
siglos pasados, un Torquemada de pueblo, gritando iracundo, pidiendo fuego o la horca
para el pecador (mujeres u hombres de
ciencia, en buena parte), dando gracias al cielo por la santa inquisición.
Claro que es su espacio informativo, y puede hacer en
el lo que quiera. Seguramente debe tener una audiencia ansiosa de escucharlo,
que lo ven como un líder o un guía. Qué bien, que lo siga haciendo. El chiste es que cada quien pueda expresarse
con libertad, aunque desde esa libertad haya
quienes se alcen como voceros de la verdad universal y descalifiquen a quienes no
piensan como ellos. Depende de cada uno tomar con lucidez los comentarios (sean
de derecha o izquierda, ambos extremos y ambos “ultras” han llevado a la
humanidad a cruentas guerras), aunque eso sí: es igual de peligroso alborotar al pueblo
desde una tribuna de radio que desde la plaza de la Constitución.
Hay que tomar las cosas de quien vienen, y con cambiar la estación o apagar el radio lo
dejo ejercer su derecho a expresarse y, de paso, yo ejerzo mi derecho a escuchar
algo mejor.