Stephen King: 22/11/64
(El pasado
armoniza)
Fue El ciclo del hombre lobo mi primer libro de Stephen King. Lo encontré en el Sanborns del centro de Puebla. Era 1990. Siempre
he sido adicto a las figuras clásicas del cine de terror (Drácula, Frankenstein,
el doctor Jekyll & Míster Hyde), y el hombre lobo me era tan atractiva como
cualquiera. Además, el libro tenía la
particularidad de venderse en la portada como “la mejor novela de terror desde Edgar Allan Poe”, llamando todavía
más mi atención. Le pedí a mi mamá me
comprara el libro y ella, tras una mueca
y varios intentos por disuadirme a elegir otro, lo compró.
Recuerdo que la novela me gustó, mas no satisfizó mis expectativas. Lo arrumbé por ahí y, sin saber bien cómo, ha pasado por todos mis libreros, desde la adolescencia hasta ahora. Después, y esto tampoco lo tengo muy claro, mi abuelo me compró (mueca reprobatoria de mi mamá incluida) dos libros más de King: Maleficio y La hora del vampiro; ambos en ediciones de EMECÉ que aún conservo. Dada mi fascinación a la imagen del vampiro, me clavé de inmediato en la segunda. Aún tengo la noción de lentitud al inicio, como si la novela no quisiera arrancar nunca; pero después, una vez extraviados los chicos Glick, todo se vuelve un alud. En la contraportada de esa edición, con la foto de un King entre misterioso y siniestro que no muestra su rostro completo, hablaba de terror hipnótico, y hoy, a más de veinte años de leída por primera vez, creo que no hay mejor definición para esa novela.
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Pero siempre hay
un pero, afortunado en este caso. A
partir de La historia de Lisey, Stephen King comenzó a vivir una etapa en la
que sus críticos hicieron lo que los Lectores Constantes siempre hicimos: reconocerlo
como el gran escritor que es.
Seguramente, hoy todavía Harold
Bloom se atraganta por el National Book Award por trayectoria y contribución a
las letras estadounidenses, entregado a King en 2002; reconocimiento dado a otros escritores de la
talla de (ejem, ejem): William Faulkner, Saul Below, John Cheever, Philip Roth,
Thomas Pynchon, John Updike, Jonathan Franzen, E. Annie Proulx, entre tantos
otros.
A La historia de Lisey siguieron Duma Key, Después del anochecer, La cúpula, Todo oscuro, sin estrellas, libros que volvieron a remitirme a esas
largas noches de media jarra de café en las que, literalmente, no podía dejar
de leer hasta que la madrugada amenazaba con volverse amanecer. Y entre estas espléndidas novelas y
colecciones de relatos está la que posiblemente sea, hasta ahora, ojalá y lo
mejor esté por venir, la mejor del King
del nuevo siglo: 22/11/63.
Y he aquí una
advertencia: quién diga que 22/11/63 es una novela sólo de “viajes en el tiempo”
deberá ser considerado El Rey de la Valoración Simplista. Porque desde el
momento en que Jack Epping y Al Templeton discuten de lo que pudo haber sido de
la historia si Kennedy no hubiera muerto
en Dallas (de la posibilidad de salvarlo), en ese momento la novela toma un
cariz social. Pero vamos, King podrá ser muchas
cosas menos un escritor limitado a un solo tema.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnC1noew3z_nlb0oiKjLLHgmxkwLWynCI1xqshmoxNM9Qvzj1z_IuWA9j6gle91oj7VtqIpsynzhgQ4euAjV2tJ-NAgONdmJKpdv1t9oLg8J5REjWOB8c9L_2WbIgtHLfpore2xL_sqgI0/s320/11-22-63-stephen-king1.jpg)
Al Templeton está en
las últimas. Un cáncer de pulmón se come violentamente su vida y la posibilidad
de llevar a cabo un plan que habría de cambiar el rumbo de los Estados Unidos
y, por ende, del mundo entero: salvar a John Fitzgerald Kennedy. Jack, sólo por comprobar que aquello no es
una locura, hace una prueba y “desciende” a 1959. Pasada la sorpresa, Jack lleva
a cabo su primera misión: darle a Harry una vida distinta, salvando a su
familia.
Pero las cosas no son
tan fáciles (nada en la obra de King lo es, por mucho que sus viejos críticos
se esmeren en presuponer), porque el pasado es una entidad viva, y como tal no se
la pone fácil al intruso: diarreas, vómitos, vértigos, llantas ponchadas,
golpizas, todo tipo de obstáculos se anteponen a Jack antes de lograr su cometido.
Al regresar al presente, Jack descubre que ha cambiado la historia de su alumno…
Y esta historia no es como la pensó. Una vez que la mariposa
ha movido sus alas, los efectos al otro lado del mundo pueden ser desastrosos.
A pesar de esto, Jack tiene la oportunidad de
rehacer todo, pues el agujero de conejo siempre lleva a la misma fecha y hora,
deshaciendo en automático lo hecho en el primer descenso. Al regresar, ya con
la firme idea de salvar a Kennedy, Epping rehace su plan de manera mucho más
efectiva para que, una vez salvada la familia de su alumno, pueda encaminarse
hacia Dallas. Tiene cuatro años para establecer sus pasos en torno a Lee Harvey
Oswald.
Como en ninguna de
sus obras anteriores, King se documentó hasta el hartazgo para esta
novela. Los detalles de la vida de
Oswald van dándole una dimensión oscura al personaje. Para la ambientación no hubo necesidad de
investigar, esa Norteamérica de finales de los cincuentas es la Norteamérica de
King; él la vivió intensamente, la observó, la analizó. Para el escritor debió
ser realmente un placentero viaje al pasado.
Jack Epping,
convertido en George Amberson, tendrá también se segunda oportunidad para el
amor con Sadie Underhill, guapa
profesora que viene huyendo de sus
propios demonios. Sadie será el motivo por el cual Jack decida dejar de ser Jack
para siempre y quedarse en esa época, pero las cosas nunca salen como se planean
(menos en una novela de Stephen King), y ya sea por efecto del destino o del
pasado empeñado en detener a Jack/George, los demonios de Sadie se encararán de
manera cruel contra la pareja.
La tesis de King es
la del asesino solitario, muy a pesar de la opinión de su esposa Thabita,
quien, como muchos, está de lado de la conspiración4. Es Oswald
quien concentra toda esa oscuridad capaz de hacerlo jalar el gatillo. Pero si
Oswald es en la novela un personaje odioso, también lo son las localidades:
Derry es una ciudad en perpetuo estado de putrefacción, donde se concentran no sólo aquellas tinieblas
conocidas por los Lectores Constantes, sino también las típicas actitudes
yanquis, cerradas y cuadradas, que tanto
han dado fama al pueblo estadounidense.
Sin embargo, es
Dallas quien se lleva el premio. King, todo un demócrata5, no duda
en mostrar su desagrado por una ciudad netamente republicana, ni en la ficción
ni en la nota final del libro. Se siente el ambiente pesado, y cuando uno sale
de ahí en compañía de Jack/George, da gracias y desearía no volver a regresar,
pero sabe (sabemos) que se debe regresar hasta completar la misión. Quizás una
teoría involuntaria de la novela es que sólo en un lugar tan umbrío pudo haber
pasado un suceso como el asesinato de un presidente a quien la mayoría de cowboys de la época despreciaban; <<el irlandés ese>>, le llamaban.
Para todos los Lectores Constantes, 22/11/63 tiene algunos
guiños que arrancan sonrisas: el Plymouth Fury rojo en el estacionamiento
cercano a la salida del hoyo de conejo. Dan ganas de decirle a Jack que lo
golpee y espere a ver cómo se regenera,
pero que tenga cuidado de no enamorarse. O volver a ver a Richie Tozier y Beverly Marsh para corroborar
lo que siempre se sospechó: la oscuridad en Derry nunca sucumbió por completo ante
los embates de El club de los perdedores; y ellos lo sabían desde antes de irse
del pueblo maldito.
Hacia el final de la
novela, y sin develar nada de la trama, Jack aprende que hay ciertas fuerzas
con las que no puede meterse sin generar un cambio brutal; que, nunca antes
nunca mejor dicho, “por algo ocurren las cosas” y que así como ocurrieron se
deben quedar.
Leída y gozada la novela, llevado no sólo al pasado de Estados Unidos sino al mío propio, cuando se rogaba porque la noche rindiese para terminar un capítulo más o para llegar al final, sólo queda, como en ese pasado, esperar con ansia el próximo libro de Stephen King.
NOTAS
1.- Debo ser de los pocos lectores de King que, hasta la fecha, no logran emocionarse con la saga de La torre oscura.
1.- Debo ser de los pocos lectores de King que, hasta la fecha, no logran emocionarse con la saga de La torre oscura.
2.-Lo único peor que el libro es la película, y viceversa.
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