sábado, 8 de diciembre de 2012


Stephen King: 22/11/64
(El pasado armoniza)



Fue El ciclo del hombre lobo mi primer  libro de Stephen King. Lo encontré en el  Sanborns del centro de Puebla. Era 1990. Siempre he sido adicto a las figuras clásicas del cine de terror (Drácula, Frankenstein, el doctor Jekyll & Míster Hyde), y el hombre lobo me era tan atractiva como cualquiera. Además,  el libro tenía la particularidad de venderse en la portada como “la mejor novela de terror desde Edgar Allan Poe”, llamando todavía más mi atención.  Le pedí a mi mamá me comprara el libro y ella, tras una mueca  y varios intentos por disuadirme a elegir otro, lo compró.






Recuerdo que la novela me gustó, mas no satisfizó mis expectativas. Lo arrumbé por ahí y, sin saber bien  cómo, ha pasado por todos mis libreros, desde la adolescencia hasta ahora. Después, y esto tampoco  lo tengo muy claro, mi abuelo me compró (mueca reprobatoria de mi mamá incluida) dos libros más de King: Maleficio y La hora del vampiro;  ambos en ediciones de EMECÉ que aún conservo. Dada mi fascinación a la imagen del vampiro,  me clavé de inmediato en la segunda.  Aún tengo la noción de lentitud al inicio, como si la novela no quisiera arrancar nunca; pero después, una vez extraviados los chicos Glick, todo se vuelve un alud. En la contraportada de esa edición, con la foto de un King entre misterioso y siniestro que no muestra su rostro completo, hablaba de terror hipnótico, y hoy, a más de veinte años de leída por primera vez, creo que no hay mejor definición para esa novela.


A partir de ahí me volví un Lector Constante del ya bien denominado maestro del terror.  Devoré todo el King de los ochentas, los puntos más altos fue  Cementerio de animales y Misery.  Hubo relatos como El piloto nocturno que me hicieron estremecer,  finales pasmosos como el de Ventana secreta, jardín secreto,   proezas que hoy me parecen imposibles: leer Apocalipsis  e IT en menos de un mes.  Mis puntos más bajos, sin embargo, fueron algunos libros  del King de los noventas: Posesión, La tormenta del siglo, Corazones en la Atlántida, Insomnia, El retrato de Rose Madder entre otras1,  siendo, de esta misma etapa y de toda su obra, Un saco de huesos una de mis grandes consentidas.  Después vinieron otros libros que hicieron que mi entusiasmo por King descendiera unos cuantos grados (sin que jamás llegara  a apagarse): El cazador de sueños2, Buick 8, y Cell no lograron que saliera disparado a la librería, o que no atosigara a los libreros cada dos días preguntando en cuánto tiempo lo tendrían3

Pero siempre hay un pero, afortunado en este caso.  A partir de  La historia de Lisey, Stephen King comenzó a vivir una etapa en la que sus críticos hicieron lo que los Lectores Constantes siempre hicimos: reconocerlo como el gran escritor que es.  Seguramente, hoy todavía  Harold Bloom se atraganta  por  el National Book Award por  trayectoria y contribución a las letras estadounidenses, entregado a King en 2002;  reconocimiento dado a otros escritores de la talla de (ejem, ejem): William Faulkner, Saul Below, John Cheever, Philip Roth, Thomas Pynchon, John Updike, Jonathan Franzen, E. Annie Proulx, entre tantos otros.

A La historia de Lisey siguieron Duma Key, Después del anochecer, La cúpula, Todo oscuro, sin estrellas, libros que volvieron a remitirme a esas largas noches de media jarra de café en las que, literalmente, no podía dejar de leer hasta que la madrugada amenazaba con volverse amanecer.  Y entre estas espléndidas novelas y colecciones de relatos está la que posiblemente sea, hasta ahora, ojalá y lo mejor esté por venir,  la mejor del King del nuevo siglo: 22/11/63.

Y he aquí una advertencia: quién diga que 22/11/63  es una novela sólo de “viajes en el tiempo” deberá ser considerado El Rey de la Valoración Simplista. Porque desde el momento en que Jack Epping y Al Templeton discuten de lo que pudo haber sido de la historia  si Kennedy no hubiera muerto en Dallas (de la posibilidad de salvarlo), en ese momento la novela toma un cariz social. Pero vamos, King podrá ser muchas  cosas menos un escritor limitado a un solo tema.

La historia comienza con Jack Epping, profesor universitario con problemas maritales quien lee asombrado el ensayo de Harry Dunning, uno de sus alumnos de clases para adultos. El escrito versa sobre la noche en que el padre de  Harry asesina a casi toda la familia. El relato es tan sobrecogedor que Jack pasa de largo las faltas ortográficas y se pregunta qué habría sido de ese hombre de quien todos se burlan si aquella terrible noche nunca hubiera ocurrido. La posible respuesta viene de Al Templeton, dueño del restaurante que más desconfianza genera en los lugareños. En la cocina de Al hay un “agujero de conejo”, una escalera invisible que lleva a 1959, siempre a la misma hora y siempre a 1959.

Al Templeton está en las últimas. Un cáncer de pulmón se come violentamente su vida y la posibilidad de llevar a cabo un plan que habría de cambiar el rumbo de los Estados Unidos y, por ende, del mundo entero: salvar a John Fitzgerald Kennedy.  Jack, sólo por comprobar que aquello no es una locura, hace una prueba y “desciende” a 1959. Pasada la sorpresa, Jack lleva a cabo su primera misión: darle a Harry una vida distinta, salvando a su familia.

Pero las cosas no son tan fáciles (nada en la obra de King lo es, por mucho que sus viejos críticos se esmeren en presuponer), porque el pasado es una entidad viva, y como tal no se la pone fácil al intruso: diarreas, vómitos, vértigos, llantas ponchadas, golpizas, todo tipo de obstáculos se anteponen a Jack antes de lograr su cometido. Al regresar al presente, Jack descubre que ha cambiado la historia de su alumno… Y esta historia no es como la pensó. Una vez que la mariposa ha movido sus alas, los efectos al otro lado del mundo pueden ser desastrosos.

 A pesar de esto, Jack tiene la oportunidad de rehacer todo, pues el agujero de conejo siempre lleva a la misma fecha y hora, deshaciendo en automático lo hecho en el primer descenso. Al regresar, ya con la firme idea de salvar a Kennedy, Epping rehace su plan de manera mucho más efectiva para que, una vez salvada la familia de su alumno, pueda encaminarse hacia Dallas. Tiene cuatro años para establecer sus pasos en torno a Lee Harvey Oswald.

Como en ninguna de sus obras anteriores, King se documentó hasta el hartazgo para esta novela.  Los detalles de la vida de Oswald van dándole una dimensión oscura al personaje.  Para la ambientación no hubo necesidad de investigar, esa Norteamérica de finales de los cincuentas es la Norteamérica de King; él la vivió intensamente, la observó, la analizó. Para el escritor debió ser realmente un placentero viaje al pasado.

Jack Epping, convertido en George Amberson, tendrá también se segunda oportunidad para el amor con Sadie Underhill,  guapa profesora que viene huyendo  de sus propios demonios. Sadie será el motivo por el cual Jack decida dejar de ser Jack para siempre y quedarse en esa época, pero las cosas nunca salen como se planean (menos en una novela de Stephen King), y ya sea por efecto del destino o del pasado empeñado en detener a Jack/George, los demonios de Sadie se encararán de manera cruel contra la pareja.   



La tesis de King es la del asesino solitario, muy a pesar de la opinión de su esposa Thabita, quien, como muchos, está de lado de la conspiración4. Es Oswald quien concentra toda esa oscuridad capaz de hacerlo jalar el gatillo. Pero si Oswald es en la novela un personaje odioso, también lo son las localidades: Derry es una ciudad en perpetuo estado de putrefacción,  donde se concentran no sólo aquellas tinieblas conocidas por los Lectores Constantes, sino también las típicas actitudes yanquis, cerradas y cuadradas,  que tanto han dado fama al pueblo estadounidense.  

Sin embargo, es Dallas quien se lleva el premio. King, todo un demócrata5, no duda en mostrar su desagrado por una ciudad netamente republicana, ni en la ficción ni en la nota final del libro. Se siente el ambiente pesado, y cuando uno sale de ahí en compañía de Jack/George, da gracias y desearía no volver a regresar, pero sabe (sabemos) que se debe regresar hasta completar la misión. Quizás una teoría involuntaria de la novela es que sólo en un lugar tan umbrío pudo haber pasado un suceso como el asesinato de un presidente a quien la mayoría de cowboys  de la época despreciaban; <<el irlandés ese>>, le llamaban.

Para todos los  Lectores Constantes, 22/11/63 tiene  algunos guiños que arrancan sonrisas: el Plymouth Fury rojo en el estacionamiento cercano a la salida del hoyo de conejo. Dan ganas de decirle a Jack que lo golpee y espere  a ver cómo se regenera, pero que tenga cuidado de no enamorarse. O volver a  ver a Richie Tozier y Beverly Marsh para corroborar lo que siempre se sospechó: la oscuridad en Derry nunca sucumbió por completo ante los  embates de El club de los perdedores; y ellos lo sabían desde antes de irse del pueblo maldito.

Hacia el final de la novela, y sin develar nada de la trama, Jack aprende que hay ciertas fuerzas con las que no puede meterse sin generar un cambio brutal; que, nunca antes nunca mejor dicho, “por algo ocurren las cosas” y que así como ocurrieron se deben quedar. 

Leída y gozada la novela, llevado no sólo al pasado de Estados Unidos sino al mío propio, cuando se rogaba porque la noche rindiese para terminar un capítulo más o para llegar al final, sólo queda, como en ese pasado, esperar con ansia el próximo libro de Stephen King.  



NOTAS


1.- Debo ser de los pocos lectores de King que, hasta la fecha, no logran emocionarse con la saga de La torre oscura.

2.-Lo único peor que el libro es la película, y viceversa.  

3.-Sufría yo y sufrían los libreros: las novelas de  King aparecían primero en España y su periplo para llegar a América Latina, teniendo a Argentina como primera parada, podría durar hasta meses; mismos en los que  atosigaba a todos los libreros: “Disculpe, ¿todavía no tendrás el nuevo de Stephen King?”. Por suerte las cosas han cambiado, apenas un poco, pero ya cambiaron.

4.-Yo mismo soy partidario de la conspiración así que: go, Tabby, go!

5.-Una imagen para la posteridad: marcha en contra de la guerra en Irak, mucha gente, y entre ellas Stephen King vestido con una playera blanca con la imagen en negro de George Bush II, y la leyenda junto a éste: International Terrorist (Terrorista Internacional).


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